viernes, 6 de febrero de 2015

¿POR QUÉ NOS ACOSTUMBRAMOS AL MUNDO?


Conforme vamos creciendo nuestra curiosidad desaparece. ¿A dónde va? ¿Qué es lo que hace que dejemos de preguntarnos las cosas? ¿De cuestionarnos todo? ¿Nos hemos acostumbrado tanto al mundo que sus misterios han dejado de sorprendernos? Visto de esta forma resulta patético. ¿Cómo puede alguien acostumbrarse a algo tan maravilloso?

Cada día suceden cosas que se escapan a nuestro entendimiento. Cosas mágicas que deberían sorprendernos, pero estamos tan acostumbrados a no mirar más allá de lo que captamos a simple vista que nos las notamos. Por ejemplo, cuando cambiamos de estación y los paisajes que nos rodean cambian también. El color de los árboles se trasforma, de verde pasa a amarillo, después a dorado y finalmente a marrón antes de volver a empezar con el verde. O los colores del cielo cuando amanece, el paso de azul medianoche a gris y luego a violeta e incluso rosas! Y los naranjas y rojos de los atardeceres calurosos. Muchos poetas románticos se han dejado maravillar por esos cambios, por esos momentos mágicos. Y tienen toda la razón, porque esos instantes de mutación significan el final y el comienzo de algo viejo y nuevo al mismo tiempo. 

Sin embargo, no todos los días son iguales, ni todos los amaneceres. Y eso debería sorprendernos y maravillarnos. Deberíamos ser capaces de apreciar esos momentos. Pero la mayoría estamos demasiado cegados o distraídos. ¿Quién al despertarse y ver que entre las cortinas empieza a haber luz se levanta para contemplar el amanecer? Simplemente nos damos media vuelta y volvemos a cerrar los ojos. "Hay muchos amaneceres. Por uno menos no pasa nada". Pero es que sí pasa. Dejamos que todo se convierta en cotidiano, ya no disfrutamos de la vida. Vivimos, trabajamos y producimos. Y si alguien se sale de esa rueda lo llamamos loco o soñador. 

La vida por desgracia es demasiado corta para vivirla sin disfrutarla, para desperdiciarla con la rutina. La mejor forma que tenemos que aprovecharlas es con la curiosidad, esa que los adultos pierden y que los niños tienen. Porque la curiosidad no mató al gato, amigos, solo le enseño que hay cosas por las que merece la pena arriesgarse. La curiosidad es la mejor cualidad humana y no deberíamos dejar que se pierda cuando nos hacemos mayores.