martes, 6 de mayo de 2014

Es hora

Se me está haciendo tarde para ser joven. No somos conscientes de ello, pero el tiempo corre y entre compromisos, tareas y reuniones la vida pasa. La edad para hacer aquello o lo otro se ha quedado atrás. Los años para jugar y vivir sin preocupaciones ya no están. Hemos crecido, pero no hemos tenido tiempo para asimilarlo. Las manecillas del reloj no dejan de girar, los dígitos del despertador cambian sin parar. Los días se hacen noches, y los meses ceden el paso a las estaciones. Se nos agota el tiempo. 

Y tengo miedo.

Miedo a echar la vista atrás y descubrir mil y una cosas que no pude hacer, que no me atreví a hacer. Y sin embargo la arena sigue resbalando dentro del reloj, el sol sigue haciendo su camino hacía el horizonte y el nudo en mi garganta no desaparece. Tenemos tantos sueños que cumplir que nos parece imposible que el tiempo pase. Hace tan sólo dos días yo seguía siendo una niña. Y hoy ya pienso en el pasado. Ayer me preocupaba salir un par de horas más. Hoy sólo quiero llegar a casa.

Dicen que a partir de un momento tu vida parece tomar carrerilla y después echa a correr. Es como el oleaje. Ese momento entre dos olas en que el mar se retira lentamente. Notas el movimiento, la anticipación. Sientes un leve vértigo y después el agua te empuja. Así es la vida. Imprevisible, dinámica, inexacta

Los momentos se escapan entre los dedos y nosotros estamos demasiado ocupados intentando contenerlos como para disfrutarlos. Tenemos que dejarlos marchar, verlos fluir a nuestro alrededor mientras sonreímos por esos segundos que nunca volverán. 

Aprendamos a disfrutar del momento, porque sino mañana será demasiado tarde. Dejemos que la vida pase, sí, pero seamos conscientes de su paso. El tiempo puede seguir corriendo que nosotros apretaremos el paso y lo seguiremos. No más quedarnos atrás.

Es hora de vivir.