lunes, 22 de octubre de 2012

El otro día viendo una película me dí cuenta de una cosa que normalmente me pasa desapercibida: lo fácil que es manipular o ocultar la verdad. Siento que soy un poco novata e inexperta con el mundo cuando me doy cuenta de estas cosas. Cosas que están por ahí, que nos envuelven día a día. Son tan normales que apenas nos damos cuenta de esas leves mentiras y omisiones. ¿Cuánta de la gente que conocemos nos oculta quien es de verdad? Me encantaría conocer todo de todos, pero lamentablemente la vida no es así como funciona. 


Simplemente imagina la cantidad de falsas verdades que la gente esparce a lo lardo de su vida. Y digo verdades porque en algún momento alguien las consideró así. Incluso si no lo son en algún momento se consideró que lo fueran. Es un poco enredado, lo sé, pero en cierto modo tiene sentido. Al menos para mi. Es cierto que muchas de las mentiras son lo que llamamos "mentirijillas" o "mentiras piadosas", pero no importa como de grande o pequeña sea, al fin y al cabo no deja de ser una mentira. 


Hace unos años, mientras estaba de fiesta con unos amigos escuché como un chico, uno guapo, alto, de bonitos ojos almendrados, le decía a su madre/padre por teléfono que estaba en casa, estudiando y viendo la tele. Claro, no lo estaba. El chico se encontraba en la discoteca, bailando, riendo y haciendo las cosas que la gente hace cuando se va de fiesta. En el momento que escuché su mentira sonreí, quiero decir, ¿quien no ha mentido a sus padres por irse de marcha? (Sed sinceros) Y cuando uno de mis amigos se acercó con él y nos lo presentó no puede evitar jactarme de su "mentirijilla". [Con que estudiando ¿no?] Sin embargo al día siguiente vi su foto y su nombre en las noticias. Al parecer el chico había olvidado las llaves dentro de casa y por no llamar a sus padres y destapar la mentira que había contado la noche anterior se había ido a vagar por las calles de madrugada. Al final había acabado en un parque donde una pandilla lo agredió, robándole todo lo que llevaba encima: móvil, cartera, iPod; y dejándolo moribundo en el parque. A los pocos minutos de ingresar en el hospital más cercano el chico había muerto desangrado. Todo por una mentira "de nada". A mi el caso de este chico, que por casualidad llegué a conocer horas antes de que todo sucediera, me llegó hondo y me hizo pensar. Espero que este recordatorio surgido de  lo más profundo de mi cabeza a raíz de una simple película sirva para algo.